29/4/10

Ausencia de lectores


Cualquiera sea la línea editorial de un medio, históricamente su producción siempre se valió de las mejores firmas a su alcance, porque su interés era muy concreto: construir credibilidad. Esto sucedió en Buenos Aires, con los medios más grandes, pero también en cada una de las ciudades en las que emprendimientos familiares generaron páginas desde las cuales se debatió la historia y el presente de cada región.

Cada uno sabe, por su experiencia de lector, qué diarios de su pueblo valían la pena leer por los temas de la agenda, y cuáles por la quiniela. Los medios más hábiles mezclaban las dos cosas, pero no era una ley a cumplir. La ausencia de ciertas noticias a algunos le daban un prestigio que les acercaba el reconocimiento de la comunidad y las autoridades, balanceando los negocios que se perdían por no sacarle fotos a los burros en las cuadreras de la zona.

Así, con el paso de las décadas, y generalmente con la más o menos pública presencia de los apellidos de sus dueños, los medios se iban erigiendo en tribunas de discusión, ámbitos de influencias en los procesos políticos y sociales. Eran inevitables en las construcciones políticas, no porque garantizaban triunfos electorales, sino porque condicionaban gestiones.

El respeto o al menos la consideración que se ganaban entre los dirigentes, se debía a esa imperiosa necesidad que tenían los medios creados por grupos familiares de sostener la credibilidad. Cada tanto, eran necesarios ciertos renunciamientos y autoimposiciones. Subordinaban la línea editorial o la recaudación a la credibilidad de sus páginas. Cada pequeño o gran medio tendrá en su haber algún gesto de grandeza, algún “hasta ahí llego y no más”.

Todo esto empezó a cambiar con la incorporación de capitales, primero nacionales y luego de cualquier origen, a sus producciones. La familia se hizo a un lado, llegaron nuevos profesionales al negocio y traían consigo una forma de hacer periodismo que entendía a la noticia como un producto que debía ser rentable varias veces.

El cambio de época no fue brusco ni homogéneo; en el interior del país, se dio recién en la década del 90 (y no en todos lados), con esa aplanadora cultural que resultó el menemismo. El siglo XXI ya encontró al periodismo mayor transformado en una gran muralla protectora de intereses ajenos a los comunitarios. Dejó de imponerse reglas que lo sujeten en los debates públicos, y subordinó estos (los debates) a sus necesidades.

¿Y qué pasó con sus lectores? Sus lectores dejaron de debatir y exigir, porque los acostumbraron a recibir y aceptar. A La Nación conservadora no le importó más la opinión de sus lectores conservadores, porque la industria periodística ya no buscaba lectores sino consumidores. La industria, cualquier industria, siempre cree que los debates de ideas son ajenos a su razón de ser. Lo curioso y triste es que la industria periodística también se lo haya creído.

Y en eso estamos: los medios grandes no contienen a sus lectores ni les interesa tomarlos como interlocutores, porque saben perfectamente que no son lo que necesitan en tiempos de debate; saben que no están capacitados, ni tienen ejercicio o predisposición para ello. Lo saben porque ayudaron a que así sea.

Por eso ponen sus mejores firmas, que son pocas, a buscar interpelar a otros, mediante la crítica con golpes bajos y altos. Si abundan los bajos, es por lo dicho: falta de ejercicio.

4 comentarios:

Geraldo dijo...

Un placer leerlo, ud. me dice que maestro no es, pero yo vengo acá y aprendo, qué quiere.

Julio César dijo...

Ariel, estas líneas:
"El siglo XXI ya encontró al periodismo mayor transformado en una gran muralla protectora de intereses ajenos a los comunitarios. Dejó de imponerse reglas que lo sujeten en los debates públicos, y subordinó estos (los debates) a sus necesidades."
Es una metáfora perfecta, real diría: empardar al periodismo de los grandes medios, a los voceros del establishment, a una muralla me parece perfecto.
La dialéctica explicaba que una cultura colonizada ere el reaseguro de las clases dominantes ante cimbronazos revolucionarios, pero estas líneas tuyas aclaran en criollo: una muralla, ¡eso son!
Son de piedra y ellos están dispuestos a ligar las pedradas y bolas encendidas del pensaiento crítico y reflexivo que pugna por bajar esa muralla, romper el cerco informativo, insuflar democracia y libertad.
Totalmente de acuerdo contigo.

Prometeo dijo...

Un elogio a las empresas familiares. Mirá a Arcor, también.

_Ariel_ dijo...

Gracias Geral, pero na' que ver


Julio: digamos que se creian de piedra y entre todos estamos demostrando que son de madera. Pero muralla al fin.

Prometeo, si pero ojo, que estos medios "familiares" tenian y tienen lo suyo tambien. Al fin y al cabo eran empresarios tambien. Pero el post es ingenuo a proposito con el tema de los viejos diarios, para no entrar en una cuestion que no era la que queria reflejar ahora.

salute y gracias por pasar y comentar.