20/9/09

Acorralados por la verdad

No sé cómo va a terminar esto de la Ley de SCA, pero el falso paradigma que apañó al periodismo argentino en estas últimas décadas está cayendo como esos edificios que los ingenieros hacen implosionar en sectores urbanos, con tanta maestría que esa caída apenas ensucia a las demás construcciones. Es decir, las llena de polvo y mugre, pero no las voltea.

No es que caigan los medios; cae su áurea de “guardianes de la democracia” construida durante años por la combinación de unos cuantos factores: el breve ejercicio democrático de las organizaciones sociales y políticas; la ausencia de reglas en el rubro, el aniquilamiento de buena parte de la militancia más comprometida; el adoctrinamiento del resto; la ignorancia sobre experiencias extranjeras; la tardanza en la llegada de nuevas tecnologías, entre otras.

La incursión de los inversores en el sistema de medios —por la propiedad o el sostenimiento mediante auspicios de sus tribunas de queja, presión y promoción de dirigentes— se hizo suavemente y sin sangre. Los periodistas formados en las universidades, siempre tuvieron la sana, lógica intención de “pertenecer” a ese sistema. No hay por qué levantar algún juicio de valor sobre esto. Y el que lo haga, en todo caso, es un piola.

Poco a poco, a lo largo de unos 20 años, el sistema de medios fue concentrándose y a la vez legitimándose. Contaba con la ley y la dirigencia política de su lado, pero también con una camada de profesionales que le daban a la agenda (agenda: hablar de esto y no de aquello, y a esto hablarlo de esta manera y con estos interlocutores) el necesario piso de aceptación de parte de la sociedad consumidora.

Y de repente (¿de repente?) las cosas empiezan a cambiar. Quienes formaban el cimiento de ese sustento discursivo sobre el cual todos hablaban y desarrollaban su actividad política, empezaron a ser nombrados en las conversaciones públicas. Mejor dicho, las broncas que un político antes mascullaba y se guardaba para mejores tiempos, con el siempre endeble deseo de pasar a integrar alguna vez la grata consideración mediática, empezaron a decirse públicamente. Ya no en el comité, sino en ámbitos institucionales y medios de la periferia discursiva.

Dentro del sistema de medios, los grandes cometieron un error: pensaron que el fuego que calentaba la olla, era una camorreada más de esta nueva y revigorizada militancia gritona, gestada en las crisis de principios de siglo y ayudada por nuevas tecnologías de difusión. Pero la olla estaba cocinando una necesidad histórica. Una necesidad de la representación política en los ejecutivos y legislativos, y de las organizaciones movilizadas.

No hay que ser muy ducho en política para comprender que los procesos no tienen velocidad constante. A veces son muy lerdos y a veces marean por lo vertiginoso. La rapidez del proceso de reforma del sistema de medios en el país, no se dio en este año, sino en el anterior.

Por que lo que estamos viviendo ahora, que termine como termine será histórico, es consecuencia del conflicto entre las corporaciones del campo y la dirigencia política. Y prefiero no decir “el gobierno” sino la dirigencia, porque entiendo que fue así. La relación entre la mesa de Enlace y el sistema de medios pudo tener como derrotado visible al gobierno, pero fue tal el armamentismo demostrado que avivó a propios y extraños. Los días posteriores al 28J, con una patronal campestre mojándole la oreja a todos, ayudaron a los que no lo vieron el año pasado.

Y cuando digo extraños, no me refiero al PRO. ¿Acaso no hemos advertido que Clarín —el legendario órgano de la Industria Argentina, el valuarte mediático del desarrollismo (clásico y neo), el Gran Amigo Argentino de cualquier Gran Capital con ganas de hacer más capital— no ha recibido otros apoyos que no sean el de un fragmento de la oposición y las cámaras en las que tiene margen de presión?

La ausencia de ese apoyo explica en parte la proliferación de la agresión sistemática y el uso y abuso de las chicanas en los títulos, a tal punto de tornar poco creíble cualquier noticia publicada por sus medios sobre el tema. ¿Cómo puede ser que Duhalde no aparezca, y encima sea su mujer la primera en decir que el oficialismo ya tiene los votos en el Senado, bastardeando la capacidad de maniobra sobre esa incertidumbre? ¿Cómo es posible que La Nación, su socio en otros negocios, no publique el tema en tapa el domingo siguiente a la media sanción y a la vez día previo a la entrada del proyecto en el Senado, y sí ponga que las cirugías por obesidad son un boom?

El problema es que Clarín y sus profesionales (los que le quedan) están rodeados por la verdad. Suelen pasar estas cosas cuando a la agenda (otra vez, agenda: hablar de esto y no de aquello, y a esto hablarlo de esta manera y con estos interlocutores) logra imponerla la parte movilizada de la sociedad mediante sus representantes, y no las corporaciones ni sus empleados del mes.

3 comentarios:

Geraldo dijo...

Impresionante, maestro. Los primeros cuatro párrafos son de una precisión notable. Este artículo merecería un aluvión de comentarios, y no uno solo y encima mío. Es una vergüenza.

Raúl dijo...

Excelente opinión, gracias a vos y a todos los q colaboran con sus ideas y pensamientos. Nos ayudan a abrir más la mente. Ya lo copié y envié a mis contactos, ja. Un abrazo.

_Ariel_ dijo...

Geral, Raul: son 2 los que comentan!. Esto es un "aluvion de comentarios", no lo nieguen. (el metodo de medicion conocido como "La Nacion" me avala)

Hablando en serio, gracias por perder un minuto de su tiempo leyendo estas opiniones y dejar su comentario. Hacen que uno siga con ganas de seguir mintiendo.

un abrazo