23/2/10

Calentamiento local







Al final, tanto jodieron con la tormenta, que se la mandaron a su protegido porteño.
Marche un compilado de títulos originales para La Nación...!

18/2/10

A próposito de Avatar


Como había cosas que no me cerraban de esta sensación que me dejó Avatar,y como no sabía nada sobre el film, empecé a guglear. Primero puse “La rama dorada” (libro que apareció como referencia en Apocalypse Now).

Cuando vi que en Wikipedia había una imagen de la pintura “La rama dorada”, de Joseph Turner (que tampoco conocía), me llamó la atención el lejano parecido con el árbol de Avatar.

Entonces hice lo obvio: escribí “La rama dorada” “Turner” “Avatar” y “Cameron”. Y además de confirmar que soy un ignorante que empieza por el final y que para escribir de cine hay que leer más, me enteré que la película de Cameron había sido elogiada por Evo Morales y criticada por el Jefe del Vaticano, Benedicto XVI.

Miradas binarias aparte, les dejo este comentario que publicó Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, en Página/12 el 31 de enero. Allí están muchísimo mejor planteadas las referencias de Avatar al Apocalypse Now de Cóppola.

Termina así:

"Sin embargo, siempre queda en pie el problema de estos films surgidos del guionismo y la nueva “gnosis tecnológica” de las grandes producciones de un sector del capitalismo informático liberal, que agita mitologías y meta-leyendas surgidas de la propia historia del cine norteamericano, con profesionalismo enraizado en una historia del relato industrial-cultural muy evidente. Pero sin realizar esfuerzos como el que en su momento, en plena década del ’70, iluminó a Apocalipse Now. Evidentemente, es necesaria una nueva cinematografía que esté al nivel de las discusiones más profundas de nuestras sociedades. Desde luego, no la representa Avatar".

Pero si les interesa el viaje entre cine, literatura y política, vale la pena leerlo todo.

16/2/10

Avatar


Voy a meter la pata, pero sé que para eso están los blogs. Es que tengo más ganas de comentar Avatar que de volver a ver Apocalypse Now para refrescar detalles. Es decir, debería volver a ver A.N., porque Cameron acaba de tirarle unas cuantas ondas a la distancia, taquilleras, tunizadas y de fácil entendimiento, porque estas son para los chicos y sólo buscan vender.

Muchas cosas se han dicho por ahí de Avatar, y la verdad es que la que menos me interesa es la que tiene que ver con lo artístico. El laburo de los diseñadores es buenísimo, también será el del director, no lo sé. Pero cuando las películas son masivas trato de no empantanarme en esa espesura del buen arte. En todo caso la dejo para las pequeñas películas enormes, que las hay y son varias, por suerte. En los casos como el de Avatar me pongo a ver otras cosas, como honroso miembro de la gilada que soy.

Y la verdad es que si nos van a dar lata prefiero que nos den esto, antes que Disney. A ver si me explico: si una industria se llena de guita con las Macintosh al palo (Avatar, Titanic, etc) no es una mala noticia que el mensaje que viene en su producto, el que acabás de ver, sea que está muy bien, chicos, traicionar al poderoso ejército ocupador, ese que en todos los films que han visto hasta ahora, chicos, peleaba contra terroristas barbudos o naves extraterrestres invasoras, para liberar al mundo bueno. Ese mismo ejército, nene, destroza a la gente que te cae bien.

Tal vez por eso, por la simpleza del cuento (un detractor del film diría, con razón: por negarse a la complejidad, por la supremacía de lo lineal) Cameron nos escamoteó bastante la banderita de las estrellas. No recuerdo haberla visto, pero él y nosotros sabemos que estuvo presente en toda la peli, no? Ni hacía falta que la pusiera, como hacen todos, dibujada en las naves. Además, Cameron no es Coppola.

Y Avatar no es Apocalypse Now, es obvio. En todo caso es su versión de juguete y con final de taquilla. Pero no nos encerremos: el facho de Avatar, que en pleno ataque está tomando café en la nave, es un (mediocre, si lo preferís así) rescate del recordado Robert Duvall y su paseo entre las bombas. La toma es una desubicación hecha adrede.

También es verdad que el muchacho lindo y bueno de Avatar puede ser en la realidad el pibe que le compre los cigarros a los Brando, pero… les arma un flor de quilombito, no? Y encima le clava un puñal a un superior. Eso no se le hace a un marine que se corta el pelo como los que daban conferencias con Bush.

En fin, que vi Avatar y me acordé del fuego de Apocalypse y de esas apariciones selváticas de los helicópteros, bombardeando aldeas. En algunas ampulosas escenas (que para eso están, porque no quieren más que vender) me acordé del napalm, de la jungla vietnamita y de unos locos que parecían muy fumados, pero muy peligrosos a la vez, de rituales extraños… Recordé también al coronel Kurtz haciéndose adorar por los nativos.

Si es inexorable que la industria del cine sea brutalmente masiva mientras baja línea, tal vez sea mejor que lo haga tirándole centros a gente como Cóppola y clavándole flechas a militares rapados.

Pero no desvariemos, que Avatar apenas llega a los tobillos de Apocalypse Now. Y eso que los pitufos, por una vez, son altos.

15/2/10

El país de La Nación


"Para esta gente la opinión que importa sobre lo nuestro



es la del periódico extranjero.


Lo que diga “Financial News”, el “Times” o
el “New York Herald” y hasta “Pravda”,
sí es desfavorable.


Jamás se les ocurrirá pensar que el punto de vista



del acreedor es distinto al del deudor,


y el del país dominante, al de dominado, y que lo más probable


es que lo que esa prensa condena por eso mismo


puede ser lo conveniente desde que el interés es opuesto."



Arturo Jauretche - El medio pelo en la sociedad argentina - 1966

7/2/10

La lista de Redrado


Leemos en El Argentino:

En las páginas que siguen, Miradas al Sur publica –sin ninguna selección previa– la nómina completa de las personas físicas y jurídicas que compraron dólares (desde un mínimo de 10.000 pesos al máximo de 2.000.000 de pesos mensuales, que es el tope que establece la ley) durante 2008 y 2009, así como los montos en pesos involucrados en cada una de esas operaciones. Se trata, en rigor, de dos listados: el primero, con más de 3.000 nombres, identifica a quienes adquirieron divisas norteamericanas para sacarlas del país con diversos fines; el segundo, de alrededor de 600, incluye a quienes dejaron los dólares en el país.



Entre los protagonistas de esas operaciones se encuentran poderosos grupos empresarios, dirigentes políticos de todo pelaje, particulares de apellidos mediáticos, animadores y empresarios televisivos y, paradójicamente, el monopolio que hizo punta en la publicación de la amenaza de Redrado y que, todavía, continúa batiendo el parche de “las compras de los amigos del poder” en sus medios gráficos, radiales y televisivos. El Grupo Clarín –a través de diversas personas físicas y jurídicas– utilizó durante los dos últimos años más de 500 millones de pesos para adquirir dólares, la mayor parte de los cuales están hoy en el exterior.


4/2/10

Furia ciega


Clarín sigue tirando a la basura los restos de periodismo que le quedaban.
Cómo estarán de "sacados" sus dueños que han logrado dejar la vergüenza periodística en manos de La Nación o El Cronista.



En fin, la furia ciega del Grupo le impide ver que allá afuera hay un mundo.

Joaquín bipolar





Decidite, Desiderio

2/2/10

Nosotros, los mudos



He cometido el peor de los pecados: intenté ver una película acompañado de tres o más personas. Confirmado, no se puede. Es que hay gente que delante de sus ojos se ve a sí misma. Ponen su vida entre sus pestañas y el mundo. Entonces, todo lo que puede constituirse en observación general, pasa por el tamiz de su experiencia personal y sale hecho palabras.

En el acto de mover la lengua para decir “eso mismo me pasó a mi”, en un momento destinado a contemplar lo que le sucede a otros, se esconde la triste manía de no saber ver lo que se ve, ni escuchar lo que se escucha. Tal vez hay en los periodistas (no en todos, pero debería ser así) una capacidad para las ausencias personales que le hacen bien al oficio, y por eso es uno de sus pilares. Sobre todo en el género de la entrevista, cuyo extremo podríamos recordarlo en Jesús Quintero y "El perro verde". Un poco de esa capacidad debería tener aquella señora que en una mesa en la que se habla de situaciones generales, personaliza toda cosmovisión al punto de prostituir el significado de la parte donde dice “cosmo”.

Uno no puede ver en cada anécdota, en cada escena, en cada voz, en cada foto observadas, algún rastro de su pasado. Digo que es posible dejar que sucedan haciendo silencio, y limitarse a ver el arte o el testimonio ajeno como eso: algo que otro tipo hizo y vuelve público para que uno lo aprecie y se calle. Al menos un rato.

Cuando veo una película en el cine o en casa, lo que mejor hago es callarme, porque entiendo que es el mínimo aporte que uno debe hacer como espectador. Y no digo callarme al punto de no ofrecer una cerveza, sino comprender que a nadie de quienes me rodean en ese momento le importa un rábano qué opino sobre la película o si encontré en algunas de sus escenas ciertos parecidos con experiencias propias. No le importa a nadie y está bien que sea así. Pero para mucha gente no está claro.

Entonces uno se encuentra en mitad de una película con que en realidad está viendo dos al mismo tiempo. Y que una es visualmente existente y la otra oralmente insoportable. No es de tipos raros o renegados hacer silencio frente a una película. Raro es el que ve guiños personales en el arte ajeno (eso no sería tan malo) y encima lo comenta (es esto lo jodido).

-“je… a que no sabes a quien me hace acordar el divorciado este”.
-¿Y a mi que me importa a quién te hace acordar? Vine a ver a la divorciada/o de la peli, no a tus divorciadas/os.

En otra época, cuando éramos -más- libres, con un amigo solíamos ir seguido al cine. Entrábamos y ni nos dirigíamos la palabra. Más de una vez, sobre todo si la película resultaba buena, me sorprendía al prenderse las luces recordar que había gente amiga al lado. El extremo de la contemplación silenciosa fue una noche en la que pasaron una de las películas más aburridas que he visto en mi vida. Se llama “El secreto de un poeta”, o algo así. Un film en el que no pasa nada, ni bueno ni malo. Nada. Cuando terminó, me dice mi amigo “en un momento estuve a punto de levantarme y huir, pero como te vi tan concentrado pensé ‘uhhh…a este boludo le gusta’...” A lo que respondí: “salame, yo pensé lo mismo”.

En fin, es el riesgo por estar ausente, por decidir borrarse al considerar que lo importante, en ese momento, es lo que se contempla. Si el precio es tragarse un bodrio cada varias películas, lo pago con gusto. Son gajes del oficio de observar, sin decir ni mú.